jueves, 26 de noviembre de 2009

Maldito Dalái Lama

Esta semana los mensajes no son nada sutiles, así que merodeo en la madrugada.

Es tarde y me acuesto a dormir. Debo levantarme temprano porque no hice ejercicio y debo compensar en la mañana antes de irme a clases de alemán. Mi cabeza no deja de dar vueltas. Intento relajarme con los trucos de autohipnosis que aprendí no hace mucho. Me rindo y paso a la meditación. Termino maldiciendo al Dalái Lama como si él tuviese la culpa del fin del mundo. Siento calor y me destapo. Siento frío y me cubro. De nuevo calor y luego frío. Es definitivo: hoy no dormiré. Me levanto y merodeo en la madrugada. Hago lo único que se hacer bien, pensar: Casarse o vivir solo-tero, hijos o donar tu herencia a la caridad, desarrollo económico o desarrollo personal, entrar al ruedo o vitorear desde las gradas, el cuadro o el espectador, la Maga u Oliveira, Tomaz o Tereza...

En la oficina.
-Tienes que buscarlo. Si te sientas a esperar a que llegue, nuca va a pasar. [...] El que no arriesga no gana. No tienes nada que perder.

De camino al banco.
-¿Cómo le haces para estar tan solo?

En el café.
-Hace como seis años. Seis años.

En mi cuarto.
-Eterna soledad, el tiempo danza en la madrugada y no puedes dormir si están todas las luces apagadas. Ya se fue el tren y esta calle nunca más será igual. Aprendiste a tener miedo; pero hay que correr el riesgo de levantarse y salir corriendo. No hay nada que perder cuando ya nada queda en el vaso...

Y pensar que hace algún tiempo creía que los enanitos verdes te venían perfectos. No se qué tanto quede en nuestro vaso; lo único que sé es que lista o no, me da igual. Hace mucho que dejé de decir esas cosas como amigo.



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