lunes, 26 de septiembre de 2011

Las ironías de la lealtad

Un desayuno te lo ofrece cualquiera. Un almuerzo te lo invita hasta un desconocido que guarde algún interés. ¿Estancia? Existe un servicio en internet para buscar hospedaje y/o recibir huéspedes de cualquier parte del mundo.


Poco agradezco entonces el desayuno, el almuerzo o la cama tendida. Si se trata de ser agradecido, agradezco a mis amigos, incluyendo a los pasados que me enseñaron a valorar a los presentes. Al que me enseñó de lealtad y al que me hace dudar de ella, las ironías de la lealtad. Al que me abre siempre las puertas y al que me hace saber con total razocinio que el camino siempre sigue. Al que me necesita y al que necesito. Si se trata de ser agradecido, agradezco la compañía de camino al metro, caminar en lugar de usar el auto, la congruencia, la desvelada, media ciudad, el día azul, las respuestas a mis preguntas incómodas, las anécdotas, las promesas de un mundo futuro, la nostalgia antes de la despedida y la despedida tan habitual y cotidiana.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Bla bla bla bla bla, bla bla...


Mi mejor momento del día es ese punto al final de mi rutina en el gimnasio que me siento desfallecer. Es sólo un instante, porque hay que regresar a la realidad y volver en madriza a la rutina; "ya es tarde", repito como mantra todos los días mientras corro de regreso a casa.
Es miércoles y llovizna; mañana tengo una importante reunión con gente del Centro de Investigaciones Avanzadas. Mi jefe a quien no reconozco, me ha hecho notar su inconformidad por primera vez en más de 3 años de colaboración.
Decido que necesito ese breve instante y comienzo a hacer arreglos mentales para ir al gym durante la hora de la comida.

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Generalmetne conduzco un Stratus bien dado en la madre. Hace un tiempo las llantas renunciaron a mi empresa de conquistar al mundo y me dejaron tirado. Tuve que comprar un par de llantas nuevas. En un espíritu de compañerismo, algunos de los órganos internos del auto se pusieron en huelga y hubo que reemplazarlos. No dispuestas a dar tregua, las llantas traseras se retiraron al unísono. O pago llantas nuevas o viajo a Guadalajara para intentar cambiar mi futuro.
Qué bien se ve Guadalajara con esto de los Panamericanos. Qué mal me fue con aquello de cambiar mi futuro.

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Mi auto sigue en terapia intensiva. Mientras, uso un auto prestado. A menos de una semana de Guadalajara, se abre una nueva oportunidad. Las llantas nuevas tendrán que esperar y mi brand-new tarjeta de crédito tendrá que demostrarme su valía.
Sólo tengo una semana para prepararme, pido ayuda y mi tarjeta de crédito sale a dar batalla. Todo pinta maravilloso dentro de una semana con todo el trabajo del mundo en preparación para presentar un proyecto al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, y un par de días después una reunión para presentar avances de otro proyecto con la gente del Centro de Investigaciones Avanzadas. Trabajo extra… Para pa pa pá, ¡me encanta!

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Estoy sentado frente a una computadora que me da instrucciones en un idioma ajeno. Me pide que le hable y luego me calla. Dice una y otra vez que me quiere escuchar, pero me sigue cortando las frases a la mitad. Murmuro tres "fuck" y la vida continúa. El examen ha terminado; podemos ir en paz… o no. Al final es Sábado y todos los Sábados son Martes trece.

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Es Miércoles y llovizna, mañana tengo una importante reunión. Vine al gimnasio en un auto prestado y la luz se fue justo cuando comenzaba a llegar a ese punto donde el aire me falta, donde las fuerzas se me van y donde nada importa y nada existe. "Ya es tarde" me digo el Miércoles mientras llueve y voy hacia el auto prestado. Avanzo una cuadra refunfuñando porque mi iPod se quedó sin batería. Avanzo otra y algo explota. Aprovechando la inercia consigo orillarme justo en medio de un enorme charco. Es Miércoles y diluvia. El charco no es más charco y mi auto se bambolea con cada ola. Tengo los pies llenos de agua sucia. El celular en ceros y mi cartera llena de vouchers.
Sigue lloviendo como nunca y pienso que la situación va más allá de lo real. Saco los pies del agua y me echo a esperar. La espera reditúa, la lluvia baja y el valet parking del casino frente al que estoy flotando viene a ayudarme a sacar el auto del agua.
Muero de hambre y cansancio. Pienso en un golpear viejitas mientras camino bajo la lluvia tupida hacia mi casa. Al llegar ahí, en lugar de las quejas de siempre, sólo ponen cara de compasión. Lo notan en mi cara y en el agua que escurre de mi como si me estuviera derritiendo.Consigo un tercer auto para ir a rescatar al segundo y en medio del rescate escucho a alguien que me llama, <<¡Shhh, shhh!>> dice la llanta mientras su sonrisa se vuelve una mueca terrible y chorreada. Conforme la llanta se entristece yo me alegro. Esto no puede ser real, excede lo posible.
Mi computadora se quedó en la oficina, así que no puedo preparar la junta del día siguiente. No importa cuán importante sea la junta, es irreal también. CINVESTAV? So what?!

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EL Miércoles quedó atrás. Es Jueves y llueve mientras la junta irreal se prolonga irrealmente en medio de discusiones auténticamente irreales. Sólo sonrío porque se que nada de eso está pasando. Sólo escucho con gracia cómo mi trabajo de meses se va a la basura mientras alguien habla de lanchas y ceviche.

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Es Sábado y llueve. Una explosión me despierta a las cuatro de la tarde: ha caído un rayo frente a mi casa. Algo en mi escritorio estalló y las chispas en mi cara me hacen levantarme. Unos minutos después cae otro rayo en el jardín. Sé que vienen por mi, me buscan y saben dónde estoy. Busco una linterna porque todo está sospechosamente obscuro y que voy y rompo un espejo. Me río abiertamente y allá afuera llueve sobre mojado.