lunes, 26 de septiembre de 2011

Las ironías de la lealtad

Un desayuno te lo ofrece cualquiera. Un almuerzo te lo invita hasta un desconocido que guarde algún interés. ¿Estancia? Existe un servicio en internet para buscar hospedaje y/o recibir huéspedes de cualquier parte del mundo.


Poco agradezco entonces el desayuno, el almuerzo o la cama tendida. Si se trata de ser agradecido, agradezco a mis amigos, incluyendo a los pasados que me enseñaron a valorar a los presentes. Al que me enseñó de lealtad y al que me hace dudar de ella, las ironías de la lealtad. Al que me abre siempre las puertas y al que me hace saber con total razocinio que el camino siempre sigue. Al que me necesita y al que necesito. Si se trata de ser agradecido, agradezco la compañía de camino al metro, caminar en lugar de usar el auto, la congruencia, la desvelada, media ciudad, el día azul, las respuestas a mis preguntas incómodas, las anécdotas, las promesas de un mundo futuro, la nostalgia antes de la despedida y la despedida tan habitual y cotidiana.

1 comentario:

Mylena dijo...

¡Gracias!
Gracias a ti por la desvelada, la caminata y la plática bilingûe. Gracias por hacer una despedida anunciada la noticia de segundo plano. Lo nuestro fue un reencuentro. Qué gusto verte en mi hábitat, pero en territorio compartido de recuerdos.
La nostalgia es menos que el gusto de estar aquí para acompañarte en el camino.
Cuando te veo entiendo que Porchia haya escrito un día:
"Las distancias no hicieron nada, todo está aquí."
Hasta pronto,
Mylena
Abrazo grande