Luego de revisar el recuento anual de los días intensos de Arturo, mientras contaba los "ohs" del estribillo de Indigo para hacerle un comment, se me cruzó por la mente mi último post (Fragmentos: La felicidad nunca es grandiosa) y me di cuenta de que luego de tanto tiempo sigo peleando con los monos. Les intento espetar que se leer aún sabiendo que ni siquiera saben lo que es leer.
Este año que comienza debiera ser mi último año en Mérida. Definitivamente espero que así sea.
Este es el año de la despedida. Adiós a los monos, adiós a las pelotas grises, adiós al maldito calor y a los mosquitos, adiós al estatismo, a la náusea existencial, al tono fecal entre maya y fresa, adiós a la espera...
Pero también adiós a la familia, a mi recámara, a mi carro, a los pocos amigos que quedan de pie, a la vida de estudiante, a las clases de cello, a la comida, adiós a los 20 minutos que se hacen a la playa, adiós a todo lo que hasta hoy ha sido mi vida.
Sólo espero que luego de casi 20 años de asfixia, no me haya vuelto anaerobio.
lunes, 14 de enero de 2008
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2 comentarios:
Los grandes cambios requieren grandes sacrificios. Nadie dijo que la felicidad fuera fácil. Pero a veces, simplemente es momento de decir adiós.
Como dirían los filósofos boricuas: "Atrevete-te-te-te..." pero tú no salgas del clóset...
Es el año en el q comienzan los cambios... Al menos en mi experiencia... una vez que se desata el primer cambio... los demás cambios se dan de corrido.. y luego es difícil vivir sin cambiar... los 4 años en una misma universidad me cansaron... y al final ha sido el cambio más duro hasta ahora...
Anaerobio no.. uno se acostumbra a respirar menos.. pero saliendo del encierro... se vuelve a respirar como siempre... como antes...
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