domingo, 23 de diciembre de 2007

Hédonistique semaine

Cancelado el viaje a México luego de uno de los mese existencialmente más agotadores de mi vida, con la sangre diluida y el espíritu en jirones, decidí dar un cese a mi existencia tal como Jean-Baptiste Grenouille lo hiciera en su cueva, solamente que por la razonable/ debo pausar, una cucaracha me amenaza temblorosa desde la pared… Fuck! You won’t relieve what I’ve just did y por fortuna tampoco lo sabrán, ever. /cantidad de tiempo conocida como ‘semana’ constituída por siete días y no por siete absurdos años.

Si existe algo que pueda en este mundo reconfortar al alma de forma instantánea y sin necesidad de sudar, en cuyo caso estaríamos hablando de sexo, es el Chocolate y no el caldo de pollo como habrán pensado algunos. Por desgracia el efecto es transitorio de modo que hace falta una fuente inagotable de chocolate para conseguir el efecto deseado, lo cual no era mi caso.

Con total desilusión ante el porvenir, quise compartir mi pena sin que al hacerlo pareciera lastimoso, y así, gorgoreó en mi garganta la frase Je veux chocolat, beaucoup chocolat, que con el paso de algunos segundos se convirtió en Ich wolle Schokolade, viel Schokolade. Acto seguido mis dedos llevándolas al Internet.

Era domingo así que la semana de abstención existencialista había comenzado y si bien se puede dejar de ser, no igualmente de estar, por lo que al haber abandonado mi cuerpo a su suerte, éste bailaba con el viento en un día por demás ventoso, de modo que al cabo de unos instantes me encontraba en Liverpool. Vagué como autómata entre la multitud navideña por unas tres horas que terminaron en la compra sistemática y patrocinada por supuesto de unas trufas Midori. El hechizo surtía efecto aunque yo no lo notara debido a mi embotamiento existencial. Era como si al escribir las frases en Internet las hubiera escrito en una cintilla y luego colocado en una montaña tibetana para que el viento, que en este caso estaría compuesto de 1s y 0s, llevara el mensaje a los dioses.

Al día siguiente había que comer la mayor cantidad de chocolates que adornaban la casa de jengibre para evitarle un mal digestivo a la niña y una noche infeliz a la madre que acababa de dar a luz a su segunda hija.

Al tercer día había que recibir con algo a los visitantes que se hicieran presentes en el hospital para conocer a la “RN” y todo terminó en bombones bañados en chocolate para las multitudes y en unas lenguas de gato exclusivamente para mí, obviamente bajo patrocinio una vez más.

Ya no recuerdo si fue al cuarto día, o en alguno de los anteriores, que recibí los chocolates sobrantes de unos arreglos navideños repartidos en los días previos al parto; lo que sí recuerdo es el delicioso sabor a menta de unos y las crujientes almendras de los otros. También con almendras acompañé las crepas rellenas de nutella a las que, entre risotadas de cinismo, espolvoreé con un poco de cocoa.

Aunque así lo pareciera, no todo fue chocolate, también dormí con descaro por hasta más de doce horas seguidas y de las cuales descansaba tirado en cama leyendo por fin después de tanto tiempo de no hacerlo o viendo alguna ópera acompañada de vino y algún entremés.

Por lo demás, los tiempos privados los dediqué a asuntos también privados como debiera ser.

En la semana se incluyeron eventos como el multicelebrado cumpleaños de mi hermano, el cual celebramos varias veces la semana anterior, en la noche de su víspera y una vez más en la noche del propio aniversario; las dos últimas ocasiones incluyeron un tinto deliciosamente fresco, jamones auténticamente alemanes, queso de cabra en todas sus posibles variedades y otros quesos que iban desde el azul hasta el rojo, por decirlo de alguna manera simpática. Se incluyeron también la compra de un par de bufandas y un par de visitas al cine, una de las cuales fue hoy.

Hoy, al regresar del cine, había que ver la película previamente illegally downloaded para poder compararla con la novela leída durante la mayor parte de las horas no dormidas. Con la finalidad única de hacer una comparación más lúcida y no con la de rendir tributo a mis placeres, rendí tributo a mis placeres con el más exquisito café chiapaneco (regalado), violado perversamente en su integridad socialista con un gran chorro de cremoso Baileys traído a América por los más metálicos medios capitalistas.


Mi alma, que hoy finaliza sus vacaciones, regresa inocente al más mullido cuerpo que pudiese encontrar, sin saber de lo que se ha perdido…

2 comentarios:

Arwen.. dijo...

aaaahh!! Chocolat... le plus grand plaisir... jajaj mi ortografía en francés es terrible... debo estudiar...

una buena semana x lo q veo... solo debo quejarme de no haber sido invitada a todas las celebraciones y solo a una... jaja... pero eso no es contigo...


tienes q decirme como hacer eso de darle vacaciones al alma... la mía las necesita demasiado...

pd... Feliz Navidad!

Anónimo dijo...

comentario promedio: si que te gusta el chocolate.... odio el chocolate blanco ... asi que mejor la proxima vez chocolates y nada mas