lunes, 7 de abril de 2008

Historias familiares II. La Chacala,

Cuenta la leyenda... o más bien mi madre, que cuando era chica solía pasar sus vacaciones en este increíble rancho de donde salen mil historias familiares. Durante una de sus estancias ahí, encontró que la gente del pueblo donde el rancho se hallaba estaba alarmada por los sospechosos ataques a sus respectivas gallinas. El veredicto popular culpaba a un chacal, ya que se contaba con el irrefutable testimonio de un hombre que, en compañía de un buen ron para mantenerse en calor, había visto como el chacal huía de la casa vecina con una blanca gallina entre sus fauces.


El alboroto tomó armas y esperó la noche. Llegó la obscuridad mientras hacían guardia y unas horas más tarde, tal como se había planeado, la Chacala; sí, la Chacala y no solamente chacal. En cuestión de un par de horas ociosas, el atacante pasó de vulgar intento de canino salvaje a sobrenatural creatura mítica. Ya no hacía falta culpara a la naturaleza si se tenía una bruja en el pueblo a quien difamar. La bruja, por su parte, pasaba una mala racha laboral, lo cual explicaba a la perfección su necesidad de robar gallinas para alimentarse.


El pequeño grupo de hombres que esperaban a la Chacala, por supuesto acompañados de ron para mitigar el frío, al fin notaron movimiento. Aguzaron oídos y afinaron la vista: ¡la Chacala estaba ahí!


¡Bang! Se alcanzó a oír en todo el pueblo. La Chacala emprendió la huida mientras infinidad de ¡Bangs! se hacían escuchar y de pronto un terrible aullido.


-¡Le di en la pata!- gritaba uno mientras trataban de dar alcance al animal del que sólo consiguieron algunas gotas de sangre.


Molestos por el fracaso y con el calor del ron aún en el corazón, decidieron que el problema había que 'acabarlo' de raíz; pero eso sería hasta el día siguiente que repusieran fuerzas, porque la "larga espera" les hacía difícil mantenerse en pie.


Como acordaron, al día siguiente se organizó una pequeña comitiva que incluía algunas esposas chism... interesadas en la seguridad de la comunidad., y que tenía por deber visitar a la bruja, quien sorpresivamente trabajaba en el jardín cuando éstos se acercaron a la remota casucha.


Aún desde lejos era fácil notarlo: cojeaba. Ese calor que les llenaba el corazón la noche anterior, de inmediato los abandonó por completo. Una mujer que formaba parte del grupo ahogó un grito y temblorosa jaló a su marido, quien a pesar de estar armado no opuso mucha resistencia. Los demás hicieron lo mismo y sólo el más valiente llegó hasta la casa de la bruja para decir -¡Muy buenos días!- y seguir de largo sin parar un segundo.


Al cabo de una semana, a la bruja ya no le hizo más falta robar gallinas, el negocio iba de maravilla.

1 comentario:

Arwen.. dijo...

Ya que no había podido comentarte en "La incertidumbre de Clementina", aprovecharé para comentarte aquí sobre tus 2 posts....

Las historias familiares son lo mejor.... siempre hay cosas maravillosas e interesantes que uno debe saber...

Sobre Clementina, No tengo muchas palabras.... solo puedo decirte que es una historia conmovedora.

Me llovió hace rato en el parque ¬¬
Así que hoy tengo más frío que de costumbre..

Saludos desde mi HELADA oficina...